domingo, 11 de mayo de 2014

Los Cuatro Encuentros de Siddhārtha

Un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las montañas de oro, entró en su costado izquierdo sin causarle dolor.
Se despierta. El rey convoca a sus astrólogos y éstos le explican que la reina dará a luz a un hijo que podrá ser el emperador del mundo o el Buddha, destinado a salvar a todos lo seres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo. 

El rey convoca a sus magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pié y al nacer de cuatro pasos (al Norte, al Sur, al Este y al Oeste) y dice: “Soy el incomparable; este será mi último nacimiento” El príncipe crece: es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor calígrafo, confunde a todos los doctos. 

El padre sabe, los astrólogos le han dicho, que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salvará a todos, esto si conoce cuatro hechos, que son la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en el palacio, le suministra un harén. El príncipe vive una vida feliz; ignora que haya sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. 

En el día predestinado sale en una carroza por una de las cuatro puertas del palacio, por la puerta Norte. Recorre un trecho y ve a un ser distinto de todos los que ha visto. Está encorvado, arrugado, no tiene cabello, apenas puede caminar y va apoyado en un bastón. Pregunta quién es ese hombre y el cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos algún día ese hombre si seguimos viviendo. El príncipe vuelve al palacio, perturbado. 

Al cabo de seis días vuelve a salir por la puerta Sur. Ve en una zanja a un hombre aun más extraño, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta quién es ese hombre, si es que lo es, y el cochero le responde que es un enfermo y que todos seremos ese hombre algún día, si seguimos viviendo. El príncipe, ya muy inquieto, vuelve a palacio. 

Seis días más tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo rostro tiene un color que no es el de la vida. A ese hombre lo llevan otros. Vuelve a preguntar quién es y esta vez el cochero le responde que es un muerto y que todos, si seguimos viviendo, algún día seremos él. El príncipe ahora está desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad y la verdad de la muerte. 

Sale una cuarta vez y ahora ve un hombre casi desnudo cuyo rostro está lleno de serenidad. Pregunta quién es y le responden que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que a logrado la beatitud. Ahora, el príncipe se decide por abandonarlo todo: él que ha llevado siempre una vida tan rica. 

El príncipe resuelve ser el Buddha.

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